Vivir en el extranjero

La vuelta

La vuelta

Hace una semanas que volvimos. Que volví. Una semana y ya un montón de cosas realizadas, decenas de papeles firmados, etiquetas pegadas, rodillas peladas, cables pasados…

Una semana, solamente. Una semana, ya. Y siempre esa sensación de entre-dos. La verdad es que tenía la idea de venir aquí para contaros el inicio del cole de Princesa Thelma y, al final, me contenté de hacer un copia-pega del estatuto Facebook que publiqué el viernes pasado. Un escrito que sale también del corazón pero que escribí sin tanto pensar, lo que no habría ocurrido de haberme puesto detrás del WordPress. También pensaba que vendría aquí para explicaros mi vuelta. Pero, ¿mi vuelta de qué? ¿De dónde? ¿Adónde?

Y eso. Además, acabo de contestar a una de esas encuestas destinadas a los expatriados españoles. Nada del otro mundo. Siempre son las mismas preguntas, sí sí, claro que echo de menos la paella, bueno, en realidad no porque la cocino yo misma. Y por ende, siempre esa palabra E X P A T R I A D O que uno ya no sabe lo que significa en la coyuntura actual. En fin.

O sea que, voilà, qué deciros si no es que ocho días atrás estábamos aún bajo el sol mediterráneo, los pies en el agua, tecleando mis proyectos de freelance. El momento de irse siempre es un poco duro. La ida. El adiós. Pero ya está. Después, nada más. Las lágrimas se secan porque…desde que soy mamá… ¡soy fuerte!

Pero es también desde que soy mamá que me siento más entre dos mares. Pero de hecho, esa sensación la guardo en un rinconcito del corazón. Bien escondido. Y sigo avanzando. Es algo así como tener el sentimiento de que ya no sé lo que quiero. Más bien, no sé de dónde soy, dónde voy, dónde quiero ir. Pero me las apaño. En el fondo, creo que eso no son más que los síntomas de la vuelta. Cuando me preguntan si me planteo volver, digo que sí y luego digo que no. Volver, al cabo de tantos años aterroriza, os lo aseguro.

Y por las mañanas, desde hace cuatro días, llevo a Princesa Thelma al cole. Cuatro días ya. Y la siento en la mesilla donde tienen un ratito para desayunar. Y le hablo. En nuestro idioma. Evidentemente. Y algunas miradas se giran hacia nosotras. Miradas amables pero miradas sobre nosotras. Claro está. ¿Quién debe ser esa gente? ¿En qué idioma hablan? Pero me da igual. Exactamente igual. Doy un enorme-dulce beso a mi cosita bonita y doy media vuelta, sonrío, deseo un feliz día a la maîtresse en la lengua de Molière y me voy.

Y él que tiene las manos de oro y es un manitas de aúpa y está ahí dale que te pego haciendo nuestra casa. ¡Sí, nuestra casa! Y eso también da así como algo de miedo. Mi casa. Aquí. En el extranjero. Y yo que no sé hacer nada de mis manos, paso el tiempo con ella. Aquí. En nuestro pueblo de campo tranquilo a más no poder. Hace tan sólo una semana estábamos en la España efervescente y bulliciosa con ruidos, carcajadas, niños en la calle, juegos en las calles.

La vuelta. El silencio. Los modos de vida diferentes y nosotros en medio.

Vivir en el extranjero

Paredes arriba (nuestra casa en Francia)

Por fin llegó ese día tan esperado. Después de meses y meses de trámites y de papeleos, de preguntas y de dudas, de algunos obstáculos también, el día tan deseado en el que nuestras paredes serán montadas ha llegado. Nada de extraordinario, nada nuevo bajo la faz de la Tierra. Es la vida misma, proyectos nuestros que nos agradan como vosotros amáis los vuestros. El común de los mortales, vamos. Pero… pero… hay algo ahí en mi corazoncito que me dice y me señala que algo se me hace extraño cuando pronuncio que «hacemos construir» (como dicen los franchutes) en Francia. Francia ese país que después de tantos años es ya el mío sin serlo.

El proyecto casa «en el extranjero»

Y ese proyecto con el que llevamos metidos desde hace ya muchos meses, lo voy a llevar a cabo, lo voy a realizar lejos de mi familia, de mis seres queridos, de todas esas amigas que he ido encontrado a lo largo y ancho de mis tantas mudanzas. Y sí, se hace raro. Sobre todo que cuando hablé con algunos amigos españoles de que íbamos a hacer una casa, algunos me dijeron «eso quiere decir que ya no vuelves por aquí». A lo que yo contesté que «eso nunca se sabe» y que si algo he aprendido con tantas mudanzas y tantas ciudades es que hay que vivir el momento presente y que ya veremos lo que el futuro nos regala. Aunque en el fondo, pues sí, la verdad, en el fondo de mi corazoncito y de mi cabecita, millones de cositas y de sentimientos se activan… Pero saboreo el presente, como siempre intento, y lo disfruto con los amigos hechos aquí.

Así pues, ahí andamos, metidos en un proyecto que maduramos durante mucho tiempo. Con nuestros quebraderos de cabeza administrativos (y solo los que aquí han vivido, saben como es eso de complicado en Francia) pero por fin, vemos llegar esas primeras paredes, esa noble madera.

Mientras estoy aquí tecleando, oigo los bip-bip de la primera máquina que va camino de las obras porque, de hecho, seremos nuestros propios futuros vecinos. Me explico, la casa que construimos se encuentra justo detrás de la casa en la que vivimos desde hace ya 4 años. El proceso ha sido largo.

casa con entramado de madera - Francia casa con entramado de madera - Francia

Pensar en una casa pero sin meterse presión : ¡por fin me siento preparada!

Cuando llegué a Nantes (centro) para empezar a vivir con mi ChériGuiri, vivimos en un piso propiedad suya. Un piso que él había comprado siendo soltero y que había renovado por completo él solito (mi ChériGuiri tiene manos de oro, conocimientos técnicos y un montón de ideas para acondicionar e idear los espacios). Dos años más tarde, justo después de nuestra pequeña boda, quisimos mudarnos a una casa para empezar a pensar en ampliar la familia y vivir tranquilitos. Pero ahí yo empecé a sentir que eso era «demasiado». Demasiados cambios a la vez. De experta soltera de ciudad en ciudad a recién casada en un país que no es el mío y en una casa en el campo. Tuve algo de miedo. Sí. Miedo de meternos en demasiadas cosas a la vez, demasiadas cosas de «grande» (¡y eso que ya pasaba yo de los treinta¡). Comprar una casa para renovar o comprar un solar para construir en las afueras (sí, porque uno tiene que ser sincero y las casas en pleno centro de Nantes no son aptas para nuestro bolsillo) y a la vez pasar por un embarazo y un bebé? No, gracias. Aquí, sola, no gracias. Le dije que mejor si íbamos por etapas, que nos queremos demasiado como para estropear las cosas a causa de un estrés de esos tontos. O sea que decidimos pues tomarnos nuestro tiempo. Y tuvimos razón.

Vendimos el piso y tuvimos la inmensa suerte de encontrar una casa nueva de alquiler. Cuando la visitamos no estaba siquiera acabada. Tramitamos nuestro dossier (porque en Francia, hay también muuuucho papeleo a la hora de alquilar) y fue aceptado. Supongo que el hecho de la casa sea nueva ha contribuido a que nos sintamos muy bien en ella, vamos, como si fuera nuestra. Pero sobre todo, eso me ha permitido «comprobar» si soy capaz o no de vivir «en el campo» (preciso que aquí, las afueras de la ciudad son enseguida «el campo» porque de hecho estamos a tan solo 12 minutos de la ciudad pero tengo a las vacas por vecinas). Y sí, lo soy. Lo soy siempre y cuando tenga mis paréntesis menorquines en mi casa de familia (y con el tandem sol-cielo azul). Me quedé rápidamente embarazada y eso también vino a reforzar nuestra elección de que era mejor hacer una cosa después de la otra porque al final, el embarazo fue complicado y me pasé 5 largos meses de invierno sola, tumbada en el sofá (no se lo deseo a nadie).

Y no fue hasta que Princesa Thelma tuvo 1 año y medio que hablamos de nuevo de nuestro proyecto casa.

Hoy es pues un día especial para nosotros. Un día de mariposillas en el estómago, de mucho trabajo por delante pero de una felicidad de esas tremendas.

Hoy nuestra casa con armazón de madera empieza a ver la luz!

El campo francésEl campo francés

Este artículo lo escribí ayer. Es algo íntimo. Lo he(mos) leído un montón de veces ante de dar al clic para publicar. Ayer fue un día cargado para la sentimental que yo soy, enganchada al whatsapp con mi madre que incluso a distancia sabe contagiarte de entusiasmo y luego, esa sonrisa de oreja a oreja de ChériGuiri, pura felicidad! Eso sí, Princesa Thelma cuando por la tarde fuimos los tres juntos a ver las cuatro primeras paredes, se quedó dubitativa «¿dónde está mi columpio?»…
Voilà, un trozo de mi vida en el extranjero que he decidido compartir con vosotros. Porque sé que allá de los Pirineos hay gente que se preocupa por nosotros.
O sea que… Merci. Gracias. Gràcies mil. 

PD.- El cielo gris de las fotos es regalo gratuito del fabuloso mes de junio -y mayo- que estamos teniendo…Aunque me prometí no hacer más bromas con el tiempo, no pude resistirme!

Vivir en el extranjero

Mamá en el extranjero (Francia): mi primera experiencia en una actividad infantil con el RAM

Recibimos una carta de la compañía eléctrica para avisarnos de un corte de luz de las 8 h 30 de la mañana a las 14 h 30 de la tarde. Lo primero fue decir puñetas no voy a poder trabajar. Intenté encontrar soluciones como ir hasta el centro de Nantes y buscar un café-Internet pero la verdad es que los últimos acontecimientos y manifestaciones varias que causan ambientes revueltos en la ciudad, me disuadieron rápidamente de esta opción. Ya veremos, dije.

Unos días más tarde había encontrado la solución: iba a ejercer de mamá (en el extranjero). Justo ese día PrincesaThelma tenía el Carnaval con el RAM (Red de Asistentes Maternales) del pueblo. Habíamos recibido una tarjeta de invitación y sabía por la nounou que lo estaban preparando desde hacía ya un tiempo. Antes de avanzar, debo deciros que no tengo ni idea (nadie ha sabido explicármelo) de las razones por las cuales festejan el Carnaval un 20 de mayo. Pienso que debería llamarse «fiesta de disfraces» o algo parecido porque que yo sepa el Carnaval tiene lugar 7 semanas antes de Pascua y marca el inicio del periodo de Cuaresma. Será por esas cosas de que Francia es un país laico… pero no lo sé, la verdad.

Así pues, me preparé para ir. Preparadísima. Empiezo a notar que pronto la cría iniciará sus aventuras en el cole y que voy a descubrir un montón de cosas de este país en el que vivo desde hace ya 15 años.

Mamá en el extranjero: actividad con el RAM
¡Ser mamá en el extranjero en un país que conoces desde hace mucho tiempo es adoptar otra mirada sobre la sociedad y descubrir un montón de cosas!
¡Ser mamá en el extranjero es ser niño una segunda vez en una lengua diferente!

Llego pues a la sala donde tuvo lugar el Carnaval (como llovió -¿qué raro, verdad?- el desfile tuvo que ser suspendido) y me encuentro con una monada de niños: un puñadito de indios por aquí, unas princesitas por ahí y un enjambre de abejas por allá entre las cuales mi pequeña Thelma. Ya me lo había dicho ella «mamá, voy a volar, voy a volar, tengo alas». Música y brioche. Me dediqué a hacer un montón de fotos puesto que esa era la misión que me había dado, yo misma… ya sabéis, cuando vas a un sitio donde no conoces a nadie, te sientes más a gusto si te auto-proclamas hacedora de algo (si no te sientes así como con las manos vacías), yo decidí ser: mamá fotógrafa!

Viví un momento especial viendo a los críos contentos, observando a las nounous y a otras mamás presentes (imaginé que todas ellas estaban de baja maternal por su segundo hijo puesto que tenían todas un bebé en los brazos). Nadie me habló. Bueno, sí, claro, mi hija y la nounou. Yo sonreía y la gente me devolvía las sonrisas. Moví bailé mis piernas al ritmo de Stromae (y me sentí un poco como cuando tienes 20 años y que te invitan a una fiesta donde no conoces a casi nadie). De repente, sorprendí a mi cerebro imaginando cómo sería asistir a una actividad así en mi país, nunca he sido mamá allí pero imaginé a mamás hablando entre ellas, has visto a ese niño y a esa niña, te has fijado en esa nounou, dicen que se acaba de separar y que no soporta a tal nounou y que… que… que… Pero sonreí y seguí hablando un poco con la nounou, un poco.

Y mi hija, sobre todo mi hija que se la veía feliz. Feliz de que yo estuviera allí. Por que ese es también uno de los lados buenos de ser freelance y trabajar en casa: la flexibilidad de horarios.

Como ya dije en otro artículo, hasta hace poco más de tres años, yo desconocía por completo este sistema de nounous (asistentes maternales) y ahora estoy encantada con ese modo de funcionamiento! Tanto, que la entrada al cole de Thelma se hará poco a poco, por etapas y de momento solo irá por las mañanas, luego la nounou la recogerá y pasará con ellas las tardes... ¿os cuento eso próximamente?