Vivir en el extranjero

Cuando el expatriado se va a casa de vacaciones, necesita tiempo para aclimatarse

Recién llegadas y ya estamos inmersas en la rutina del ritmo del pueblo. Isla de la calma, de la paz, isla de la tranquilidad y que se transforma en verano. Como tantos otros sitios insulares. De turisteo, todavía no hemos ido.

Las vacaciones del expatriado

Un torbellino de calor

Y aquí estamos, en medio de ese torbellino de calor. Ola de calor, dicen. Un calor que ahoga, una relación de amor-odio es lo que tenemos con ese calor. Un calor que nos azota para que no olvidemos que estamos viviendo un «verdadero verano», como dice la gente mayor. Nos lo habían dicho, estábamos avisadas : ¡este año hace mucho calor! Y es cierto. Y aunque parece que podría ser fácil porque hemos tenido la suerte de vivir una canícula en el norte de Francia, pues no lo es porque bueno, como deciros que una canícula del norte de Francia es un poco un chiste al lado de ese calor de aquí. Humedad pegajosa, temperaturas mínimas que no bajan de los 28°C, temperaturas ambientales de 40°C… He aquí el boletín meteorológico de Les mots de Marguerite !

Aclimatarse….cuestión de tiempo

Y es que a veces, el clima es importante porque lo puede cambiar todo. El clima y ese tiempo para aclimatarnos… Bajar del norte con un vuelo directo (pura maravilla, sobre todo cuando se viaja con un bebé, -aunque bueno, eso de pagar billete entero para un crío que no aguanta ni dos segundos en el asiento… tema para otro billete!-), dejar atrás el cielo gris (sí, porque bueno, la canícula duró realmente cuatro días) y empezar a vivir la rutina, las costumbres, los horarios cambiantes mutantes y dejar que el sol penetre nuestra piel, nuestros ojos y nuestros corazones!

El expatriado está en casa sin realmente sentirse en ella

Y los primeros días, uno hace como mejor sabe. Porque nos esperan y nos acogen con los brazos abiertos, con una gran sonrisa y con mil cosas para contar y para vivir pero en una rutina que para ellos no cambia mucho. Y así pues, nosotros (yo) necesitamos unos días de adaptación porque estamos en casa sin realmente estarlo, porque venimos de vacaciones «a casa», que tenemos ganas de disfrutar de ellos, de nuestros seres queridos y de saborear cada minuto y a la vez, una vida de freelance hace que también tengamos que encontrar tiempo para trabajar…y nos apañamos, como podemos.

Y ya está, porque en el fondo sabemos que dentro de tres días haremos como ellos : comeremos a horas veraniegas del sur y saldremos y entraremos de casa sin orden ni desorden y la rutina de la campiña nantesa nos parecerá lejano, muy lejano y después, a finales de agosto, no querremos volver. ¡Siempre entre dos aguas, así es tener una vida en el extranjero!

Porque he vivido 18 años aquí. Y ya casi tengo 36. Llegamos al ecuador y ahí dentro hay mariposas y torbellinos. Y soy de aquí pero necesito unas horas, unos días de adaptación. ¡Y todo eso parece raro!

Ese es un artículo de aclimatación, sin pies ni cabeza, un poco a imagen de esas últimas horas vividas aquí. Con una gran sonrisa y un poco de cansancio, mucho sol y una pequeña penumbra gris porque #pensamosenpapá que se ha quedado a 1 000 Km. Pero finalemente, marchamos y jugamos sobre esa arena blanca, playa de la niñez y ya nos sentimos mejor...
Freelance

Vacaciones de freelance

Habría podido escribir «El nuevo año de mi vida de freelance empieza en verano», como título.

Desde hace 16 meses soy oficialmente «auto-entrepreneur» (estatuto de autónomo en Francia) pero hace ya 20 meses que vivo en modo freelance. Diseñar, encontrar clientes, poner las bases del proyecto, trabajar y trabajar, traducir, redactar, atreverse también, innovar, lanzarse, aprender, caerse y levantarse. Avanzar.

Las vacaciones de una traductora freelance

Meses de felicidad, no voy a repetirme porque creo que ya lo digo todos los días. Me siento realizada, contenta y feliz. Tanto profesionalmente como personalmente. Y es que para mí, se trata de dos aspectos de la vida que resultan ser indisociables. Los dos tienen que funcionar bien para alcanzar un equilibrio, mi equilibrio.

Los meses pasan a la velocidad de la luz y ya llegó julio con sus ganas de playa. Como traductora y redactora freelance he descubierto que es a partir del mes de abril cuando tengo más trabajo (creo que es el efecto lenguas extranjeras y viaje), con una época más descargada en enero-febrero. O sea que desde hace dos años, el verano se dibuja de otra forma pero me resulta igualmente placentero. Con ese trabajo de freelance puedo nomadizarme, irme, evadirme, trabajar a resguardo de los granitos de arena pero sabiendo que el mar está ahí! Y eso me da buenas ondas. No tiene precio. Y esta suerte que cojo y abrazo que se llama Menorca, mi segunda (o primera), en fin, mi otro hogar los pies en el agua los pies en el slow.

El verano y el periodo de vacaciones estivales me ofrecen un cambio de ritmo que aprecio muchísimo, con esa agradable sensación de poder hacer cuatro mil millones cincuenta y cuatro cosas en un día de veinticuatro horas. Ese tiempo del verano que se estira y se prolonga, esa suave caricia que nos llena de energía.

El verano como un nuevo año que empieza cargado de nuevos bonitos entusiastas proyectos. Este año, un bonito proyecto (bonita responsabilidad, también). Este verano que me enseñará a redescubrirme. Estas vacaciones trabajadoras que nos esperan con esa mezcla perfecta de helado paella sangría pomada trabajo playa familia trabajo besos mar arena sudor abanico terrazas relax trabajo.

Este verano que empieza con un #nuevoproyecto2016 que podréis seguir, seguramente, vía mi Instagram.

¿Nos damos pues cita en verano?

Y vuestro verano, ¿qué tal pinta? ¿Me dibujáis un poco de vuestro verano?

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