Bilingüismo

Hablar siempre en la lengua materna a los hijos

 

hablar siempre la lengua materna a los hijos

Hace ya mucho tiempo que no nos hemos parado un rato para seguir las aventuras de nuestra pequeña bi(tri)lingüe en construcción. Y eso que aventuras, ¡las que queráis!

Como ya os he explicado, la Princesita cumplió hace poco los 2 años y habla de cada vez mejor. Sinceramente, nos tiene un poco sorprendidos (no, no, no somos sus padres «cha chuffi mamà» diría ella, la que nos espera, ¡ya os digo!). Bueno, como también ya os conté, en la visita al médico en ocasión de su primer aniversario, éste apuntó lo siguiente en el cuaderno de salud: «muy comunicativa» (si no me creéis, fotocopia al canto!). Y ahora, 1 año después, pienso que el médico podría anotar «muy comunicativa exponente 2». Cierto es, mi bretón de ChériGuiri es más bien silencioso, o sea que quizá lo haya cogido de su madre, quién? yo? nooooo… Además, había leído que los niños bilingües muchas veces empiezan a hablar más tarde que la media. Y como siempre hay una excepción a la regla, esa excepción debe llamarse Princesita.

O sea que ya os podéis imaginar que esa monería pequeñita se pasa el día dándole a la lengua. Incluso cuando la acostamos. Sí, sí. Se pasa una hora y media (de cronómetro) explicando su jornada a las muñecas (ayer decía a una que tenía que cambiarle el pañal, sí, la espié, ¡lo admito!). Y como ya duerme en una cama de grande, se levantó para cambiárselo. Nos estamos preguntando si no tendríamos que acostarla a las 18 horas, para que duerma a las 20 horas. Bueno, como es verano, somos indulgentes.

Y yo aquí charlando charlando (será verdad eso de que la Princesita hace como su madre) y aun no he entrado en el meollo del tema. Mal. Muy mal. Google no va a posicionarme correctamente. Venga, a por trabajo pues.

Hablar siempre en la lengua materna a los hijos

Lo que realmente quiero decir es que elegí (aunque bien mirado, creo que no se trata de una elección, simplemente de algo que se hace de manera natural) hablar siempre a la Princesita en mi lengua materna. ¿Eso es bueno? ¿Es malo? Para gustos colores y seguro que cada cual opina distinto. Lingüísticamente hablando, es mejor. Científicamente comprobado. Pero hoy me siento de buen humor (y agotada de escribir sobre temas serios para mis clientes), o sea que dejo lo técnico científico lingüístico de lado. Lo único que sé es que actuando de esta forma, a veces tenemos que hacer frente a situaciones embarazosas y/o divertidas. Y a veces ese alguien interior me dice «qué puñetas estás haciendo, señorita!)

Cuáles son esas situaciones divertidas que una puede vivir cuando siempre habla la lengua materna a su hija (estando rodeadas de gente que habla otro idioma):

– Una vez (¡bueno, ya son muchas las veces!) estábamos ella y yo en el aeropuerto. A nuestro lado, una familia de franceses que volvían de visitar la bonita Menorca (sí, sí, mi isla es preciosa, ¿que no os lo he dicho nunca?). La Princesita iba y venía, miraba los aviones, miraba las maletas y bolsos de esa familia, etc. Y yo ya lo veía venir: se pusieron a hablar de la Princesita. «Oh, maman, has visto la pequeña, parece que quiere jugar con nosotros» (en francés, evidentemente); «jajaja, es graciosa la peque» y bla bla bla. De repente, algo en mi hizo que escupiera una frase en francés «Ven, Princesita, que pronto vamos a subir al avión». Sí, porque yo sentía que esa amable familia acabaría diciendo algo así como «y has visto su madre que fea es la pobre». Cuando me oyeron hablar en francés, abrieron los ojos como platos y me dijeron «ah, es usted francesa» (en francés siempre nos tratamos de usted), y yo «bueno, no, sí, eeehhh francesa por procuración!».

– En la sala de espera de la consulta del médico. Me encanta. No hay mejor lugar para sentir la incomprensión de la gente. La Princesita se mueve, juega, quiere jugar conmigo y hablamos, claro. Hablamos en un catalán salpicado de palabras en francés que salen de la boca de mi hija. Ni una palabra en francés por mi parte. Entonces, empiezas a ver todas esas miradas de reojo. Sí, sabéis, en las salas de espera parece que está prohibido hablar y mirarse (al menos en Francia). Pero esa mirada de reojo se traduce por un «pero qué hace esta señora aquí si no dice ni papa en francés, qué le va a contar al médico» y rápidamente la mirada vuelve de nuevo sobre la revista que semejan estar leyendo, porque en realidad están escuchando. De repente, el médico abre la puerta y es ahí cuando todos se dan cuenta de que sí hablo francés porque bueno, suelo tener la costumbre de decir al médico «bonjour docteur».

– En el supermercado. Estamos comprando, la Princesita encantada de estar ahí sentada en el carro. Y habla, habla e incluso a veces se pone a cantar (os lo juro, una vez ChériGuiri pasó tanta vergüenza que intentó esconderse detrás del carro!). Llegamos a la caja. La Princesita quiere ayudar a la cajera, le digo de estarse tranquilita, en catalán, evidentemente. La cajera sonríe. Pago (¡qué remedio!) y le digo a la Princesita «diguis adéu» -en catalán y grita «Au ‘vooooooir» A veces hago a propósito de encontrar algo que decir a la cajera, lo que sea, para que se dé cuenta de que hablo francés. Y me salen cosas del tipo «ahhh, me encanta venir aquí, siempre tenéis arroz para la paella». No vaya a ser que pensara que soy alemana.

– En el parque cuando hay otros niños. Es el típico momento en el que te sientes sola, muy sola. Porque tu hablas a tu hija y ves que hay otra niña que quiere jugar con ella, o viceversa. Entonces, y todas las madres hacen lo mismo, dices «Oooooh, has visto que niñita más mona» esperando que todo el mundo lo oiga y el acercamiento se produzca. Excepto que bueno, ahí te das cuenta de que nadie en el puñetero parque te entiende y no queda otra que meter en la frase un par de palabras en francés. Aunque bueno… nuestra Princesita es muy sociable y se va con todo el mundo…

Voilà, hablar únicamente la lengua materna a los hijos crea situaciones extrañas y a veces nos preguntamos si es una buena forma de proceder. Y ahora hablo en serio. Porque una no quiere pasar por una pretenciosa (y hay gente que lo puede pensar) ni por una maleducada (y hay gente que lo puede pensar) ni por una irrespetuosa (y hay gente que lo puede pensar) ni por una extraterrestre (y hay gente que lo puede pensar) ni por alguien raro (y hay gente que lo puede pensar)... Pero a fin de cuentas, acabo diciéndome que eso es lo que hay y que no se trata realmente de una elección sino, y simplemente, del amor, del amor de un hombre y una mujer que se han convertido en papá y mamá.
Bilingüismo

¿Libros en francés para mi bebé bilingüe? ¡No, gracias!

lengua materna minoritaria

Tener niños bilingües, mejor dicho, tener niños bilingües en construcción provoca, a veces, situaciones divertidas o extrañas, depende de cómo se vea.

El otro día, vino una amiga a dormir a casa con sus dos niñitas de 2 años y medio y 4 años y medio (¡atención, los medios son importantes!). A la hora de acostar a las crías, mi amiga me preguntó que si tenía libros para leer a sus niñas. Le dije que sí, le indiqué donde se encontraban para que se sirviera… En ese mismo momento, yo estaba con la Princesita, también acostándola. De repente, oigo a mi amiga “¡¿pero, pero… si casi no tienes libros en francés?!”, sonreí y pensé, ya está, ya me estoy confrontando a una de las primeras situaciones típicas de cuando crías a niños bilingües. Le expliqué que yo tenía el deber de dar prioridad al catalán y al español puesto que la Princesita oye hablar todo el día (o casi) en francés.

¿Por qué, pues, ese título un tanto provocador?

Antes que nada, me gusta recordar que en esas historias de bilingüismo cada caso es único y que hay tantas situaciones como familias existen.

La lengua del país donde vivimos, el francés, es también una de las lenguas maternas de la Princesita ya que, recordémoslo, lengua materna no significa “lengua de la madre”. Para la niña, el francés es la lengua del padre y una de sus lenguas maternas. En los casos, pues, en que un niño vive en un contexto social y familiar en el que únicamente una de las dos lenguas que está adquiriendo es minoritaria, es esa la que se tendrá que valorizar. Y es que la lengua del país es la lengua a la que el bebé está más expuesto y por consiguiente, se necesita trabajar menos.

Un proyecto de familia

Valorizar esa lengua materna minoritaria requiere de un trabajo en familia. Todo el mundo tiene que estar de acuerdo. No simplemente la familia, sino también los abuelos, los tíos e incluso la gente que nos rodea (vecinos, maestros, amigos, etc.). Y no siempre es fácil. Bueno, se supone que con el papá (o mamá, depende de los casos) sí, de no ser así estaríamos hablando de problemas entre los progenitores.

A veces, cuando, como madre, eres la única a transmitir un idioma, te puedes sentir un poco sola. Es por eso que cuando oigo pronunciar al papá algunas palabritas en catalán (¡sí, sí, de vez en cuando ocurre!), me alegro, se me dibuja una sonrisa y me siento acompañada (aunque sea por unos pocos instantes) en ese combate por el bilingüismo. En cambio, también ocurren a veces situaciones que me gustan menos. Como cuando Princesita pronuncia una mini-frase y que alguien cree haber oído esa mini-frase en francés y retoma esas palabras asociándolas al francés, cuando en realidad la niña ha hablado en catalán. Eso es menos bueno, menos productivo para la Princesita que como bebé está asentando las bases de su lenguaje ya que ella puede pensar que lo que ha dicho corresponde al francés, después de que sus palabras hayan así sido interpretadas. Me diréis que se trata de pequeños matices, sí, pero esos matices son importantes para un bebé bilingüe en construcción.

La balanza de las lenguas maternas

Para que un bebé que se cría en un contexto de lengua materna minoritaria alcance el equilibrio entre los dos/tres idiomas, se tiene que trabajar duro para exponer al máximo el bebé a esa lengua materna minoritaria. Para ello se deberán crear contextos y provocar situaciones. Y es por ello que en nuestro hogar hay más libros en catalán y en español que en francés, más CD en catalán y en español que en francés, más DVD en catalán y en español que en francés… ¡porque al francés está expuesta todo el día!

La balanza debe alcanzar un equilibrio. Así pues, comprenderéis que haya más trabajo que hacer con la lengua materna minoritaria que con la lengua materna más fuerte.