Vie à l'étranger

La administración me llama para recordarme que soy extranjera

Uno se re-da cuenta de que es extranjero cuando se topa con los papeles.

Quiero decir, a veces, uno se acuerda que no es del país al tener que iniciar por enésima vez trámites administrativos. Por eso, hay dias en que uno piensa que todo seria mucho más fácil si hubiera seguido en el país de origen. Viajar, aeropuertos, lenguas, traducciones, maletas, despedidas, abrazos, llamadas y tantos sustantivos que me han servido ya para hablar, pero sin decirlo, de las vivencias de una vida en el extranjero. De hecho, es gracioso, a veces uno se olvida que no vive en su país e incluso se pregunta dónde está su lugar. Yo creo que no quiero ser de ningún lado, siempre etiquetas, siempre pertenecer a un grupo o sociedad o comunidad. Eso me pasa sobre todo cuando la hartura administrativa se apodera de mí. Sí, amigos y amigas, que les importa al ayuntamiento de turno, al censo de aquí o de allí, a consulados y oficinas consulares… ¿qué les importará mi vida, pienso yo? Una vez vale, dos acepto, tres incluso también, pero más allá ya digo no… Mi sangre es mi sangre, mi cuerpo es el mío y mi cerebro también, sé de dónde voy, camino por mi vida y a veces es altamente fatigante re-dar requete-explicaciones.

Acabo plegándome a sus requerimientos después de dejar mi hartura reposar y hervir al mismo tiempo, como esperando que de ese acto pueda yo obtener alguna especie de salvación. Pero despierto y los papeles siguen ahí. Estimada burocracia que tanto facilita las cosas, ¿qué haría yo sin ti? Qué bonito sentirse extranjero, aquí o allí, no siempre pero a menudo, como ese oleaje que va rompiendo en las rocas a ritmo de vaivén, como esa margarita que voy deshojando, a ratos sí y a ratos no.

¡Qué bonito sentirse extranjero pero sin ti, amiga burocracia!

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