Lifestyle

¡Y ya son 15 los años en el extranjero!

15 años de vida en el extranjero.
¡15 años!

12 + 3.

12 años en Francia,
3 años en Bélgica,
2008 también marca el aniversario de mi regreso a Francia, después de un paréntesis belga.
10 años seguidos viviendo en Francia. Mi país en el extranjero.
Y 23 años que lo conozco.

15 años viviendo en el extranjero, expatriación

Porque … mi verano de 1995 en Nantes y mi verano de 1996 en Longwy.
Y también mis comienzos de los años universitarios 1999 y 2000 que empezaban siempre con el mes de septiembre entero en Montpellier. Por aquello de habituarse a los métodos literarios a la francesa. Dissertation y commentaire composé.  Y pluma estilográfica. Sí, sí.

2001-2002 Montpellier
2002-2003 Lorient
2003-2005 Madrid
2005-2008 Bruselas
2008-2010 Paris

… y desde entonces, mi vida en Nantes. Mi vida en pareja. Mi vida de familia. Mi vida en el campo también.

Cuando lo pienso, me da escalofríos.
Cuando lo pienso, no me rejuvenece.
Cuando lo pienso, no me arrepiento de nada. De nada.

Cuando lo pienso, pienso en ellos.
Ellos, que siempre me han alentado.
Mis padres.
Hija única. Un amor incondicional y fiel, ciudad tras ciudad.

Y pienso en esta carta recibida en la primavera de 1995 que me otorgaba la beca para pasar dos veranos de estancia lingüística en Francia. Y me veo a mí misma, sentada en el borde de la cama de mis padres, llorando, porque de repente estaba asustada. Mucho miedo. El miedo me atrapó. Y mi madre que me animó y me tranquilizó. Ella y su única hija, cara a cara.

Tenía que llorar, debí llorar. Con razón.
Porque creo que, en realidad, fue a los albores de mis 16 años que mi vida en el extranjero empezó.

Crédito Foto: La Danse de l’image
Vivir en el extranjero

Vivimos todos bajo la misma luna (o cómo explicar una vida en el extranjero a los niños)

Todos vemos la misma luna -los niños y la expatriación

Ayer por la mañana, sobre las ocho, de camino al periscolar, hubo una princesita que levantó su cabecita hacia un cielo muy azul y avistó la lunita. La señora Luna vestía de blanco mientras deseaba buenos días al señor Sol. La princesita con su agradable sonrisa, miró a su madre y le dijo: ¿sabes qué, mamá? Hay dos lunas porque en casa de la yaya también hay una luna. ¡Por eso hay dos! Su madre, entre nostalgia y orgullo, se sintió pequeña y mayor a la vez, cogió la mano de la princesita y le explicó que no, que tenemos un único cielo muy y muy pero que muy grande, un cielo capaz de estirarse muchísimo para llegar también a casa de la yaya. Y que la luna es la misma. Aquí y allí.

Vemos todos la misma luna -los niños y la expatriación Vemos todos la misma luna -los niños y la expatriación

Porque la distancia no hace de nosotros seres extranjeros.

Porque esa misma luna que compartimos hace de nosotros seres de un mismo mundo.

Sol y luna se dan la mano, aquí y allí

Es lo que quise decir a Princesa Thelma, un día de la semana pasada cuando intentaba comprender, a sus 3 años y 4 meses que no hay más que una sola y única luna, aquí donde nosotros vivimos y allí donde tiene parte de su familia. Con la inocencia de un niño de su edad, sus palabras me hicieron ver que el aprendizaje de la noción «espacio» es también algo distinto cuando se vive en el extranjero. Porque hasta los gestos más banales, las tareas diarias, las palabras de cada día, están ahí para recordarnos que los Unos viven aquí y los Otros viven allí.

La inocencia de los niños que hace que la luna y su carácter poético se conviertan en una valiosa herramienta para evocar la distancia, el alejamiento, el mundo, los seres humanos y los sentimientos. Asimilar el mundo, mirar los astros, entender la vida.

y hacer del aquí y del allí un único lugar

Porque es así cómo le legamos y le enseñamos esta vida en el extranjero que no lo es para ella pero sí para mí. Porque la figura de mamá es tan importante para un niño de 3 años, porque lo quiere saber todo, dónde vivía mamá cuando era pequeña. Y se lo explico. Y le digo, no, cariño mío, mamá no aprendió a cantar Une souris verte sino Sol solet. Y no decirle nunca que habrá que esperar aun muchos días antes de ver a yaya y l’avi sino más bien decirle, ve, llámales, haz un mensaje de voz en Whatsapp y por qué no, tómate una Skype-merienda con ellos! Acortar distancias y tender puentes.

¡Cariño mío, sí, vivimos todos bajo la misma luna!

Vivir en el extranjero

36 años, 18 que me fui… ¿y? #vivirenelextranjero

Nuestra estancia navideña en Menorca se acercaba rápidamente y así, de repente, tuve una revelación: ¡nunca había ido al cine allí! Y pensé que no era posible, que tenía que remediar a ello. Porque Menorca es el lugar que me vio nacer, donde crecí, donde vive tooooda mi familia, donde fui al cole, en fin, creo que Menorca es mi casa.

Vivir en el extranjero

Primeras veces en otros lugares

Ahora que tengo 36 años y con una adolescencia sobre todo marcada por mis estancias en Francia (donde besé por primera vez, donde fui a unos grandes almacenes por primera vez, donde me enamoré pensé estar enamorada por primera vez…), me doy cuenta de que hay un montón de cosas que nunca he hecho en Menorca, allí, en mi tierra. Esta historia de cine es, sin duda alguna, un detalle ínfimo pero que ha resultado despertar en mí un montón de sentimientos y de recuerdos.

CINE en español

Así pues, una de las primeras cosas que hice fue organizar una salida cine con un par de amigas (además, allí es tan fácil para mí dejar a PrincesaThelma y ChériGuiri aun no había llegado). La verdad es que casi casi me sentía emocionada al descubrir las salas de cine que existen ahora en Menorca (¡porque antes no había!). Vimos «Ocho apellidos catalanes» y me pasé el rato riéndome. Pero se ve que una vez no me bastó y en una bonita tarde de sol del día de Reyes, me fui sola a ver «Palmeras en la nieve». Dejé padre, madre, hija y marido y pasé tres horas maravillosas delante de la gran pantalla.

18 de 36

Todo eso me hizo pensar también en que justo hace 18 años que dejé Menorca y que a partir de ahora, la balanza va a inclinarse irremediablemente más hacia un lado que hacia el otro: más años vividos fuera (de los cuales casi 13 en el extranjero) que en Menorca.

Lo que nunca he hecho en mi tierra:

– Nunca he trabajado (los trabajos de verano no cuentan)
– Nunca he ido al banco para cosas «de adultos»: préstamos, inversiones, etc.
– Nunca he ido al ginecólogo
– Nunca he dado a luz (esto dos últimos puntos son importantes para una mujer!)
– Nunca he comprado una casa
– Nunca he comprado un coche
– Nunca he tenido mi propia tarjeta de seguridad social – (…)

Voilà, ese es el relato que empezó con una historia de cine pero que en el fondo me hizo tomar conciencia de que envejezco (¡noooo!!) y que como mucha otra gente que se ha ido a vivir al extranjero (y se han quedado por un tiempecito más bien largo) tenemos tendencia a guardar una imagen congelada de esa tierra nuestra que dejamos hace ya muchos años.