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¿Existe el síndrome postconstrucción?

30 de enero de 2017

Hubo ese despertar una mañana de invierno muy frío, casi en medio de nada, en casa de los otros, vecinos solidarios.
Acababa de cumplir los 40.
Hubo esos primeros gestos en nuestro nuevo nido.
Hubo sus miedos y sus lágrimas. Y buscamos, sin encontrar.
Hubo muchos besos, de vaca, de esquimal, en pipius, de los que hacen ruido. Câlins y abrazos.
Hubo cansancio, estrés, ganas de nada y mucho por hacer.
Pantalones que lavar. Muchos.
Hubo esas miles de veces de despertarse por la noche.
Los proyectos que acabar. Muchos.
Hubo esa energía salida de no sé dónde que nos llevó, así, sin saber muy bien cómo.
Hubo dudas y hartazgos.
Hubo miradas vacías.
Hubo muchas carreras a contrarreloj.
Hubo paseos forzados y otros improvisados.
Hubo.

Había habido vacaciones más cortas.
Había habido vacaciones separados, a distancia.

Hubo tantas cosas en tan poco tiempo. ¡Pero qué largo ese tiempo! Espíritu de contradicción. Espíritu de perfección.

¿Existe el síndrome postconstrucción?
¿Existe el síndrome postconstrucción? ¿Existe el síndrome postconstrucción?
¿Existe el síndrome postconstrucción? ¿Existe el síndrome postconstrucción?

Quise contároslo pero no supe por dónde empezar.
Castillos en el aire.
(y casitas en la pradera)
Quise explicároslo. Queríamos compartirlo. Quisimos. Queríamos. No pudimos.

No sabía que el tiempo de construcción de una casa tantas veces pensada, trabajada e imaginada tendría esos efectos para mí. Para nosotros.
Tengo la sensación de emerger de la nada. Todavía hoy.
Y a veces, las palabras me faltan. El síndrome del vientre vacío, postconstrucción, ¿existe? Si así es, creo que está en casa.

Hay esa gente que da el detalle de todo, escribe sobre las obras, si fue así o asá, los planos y los materiales.
Yo pensaba que sería capaz de hacerlo, pero no.
Solo puedo deciros que él lo sabe hacer todo (y cuando digo todo es todo). Y que yo no sé hacer nada (y cuando digo nada es nada).
Por ende estuvimos viviendo en planetas distintos y alejados durante nueve largos meses (el síndrome del vientre vacío, que os lo digo). Aún faltan cosas por acabar.

21 de abril de 2017

Los planetas se avistan de nuevo, no está nada mal.
Y me ocupo de la decoración, esto sí sé hacerlo, un poco al menos.

Érase una vez… la historia de una casita en el campo y de una familia agotada.
Érase una vez… la vida corriente de una familia corriente.

Érase una vez… ¡la vida! Sí, eso, ¡la vida!

¿Existe el síndrome postconstrucción? ¿Existe el síndrome postconstrucción?
Bilingüismo

Code-mixing: la mezcla de lenguas de nuestra pequeña trilingüe

¡Y ese momento tan temido, ha acabado por llegar! Nuestra pequeña Thelma crece y con ella su trilingüismo también se va modificando, adaptando, evolucionando. Ayer, por primera vez (os lo prometo, nunca antes lo había hecho), mezcló las TRES lenguas en un mismo idioma! ¡Las TRES!

Dijo exactamente eso:

«es senyor mos ha dit que quan la música se vuelva a encender, idò después hacemos le tour des sillas»

Dijo esto como respuesta a mi pregunta de si le había gustado y a qué habían jugado en el «centro de ocio» (lugar al que va unas horas durante las vacaciones escolares).

El detalle de su frase:

«es senyor mos ha dit que quan» = catalán
«la música se vuelva a encender» = español
«idò» = catalán
«después hacemos» = español
«le tour des» = francés
«sillas» = español

Como se puede observar, la lengua menos presente es el francés porque es conmigo con quien hablaba y su padre no estaba presente. Pero a la vez, utilizó esta lengua porque el juego había tenido lugar en francés. También podemos ver que la sintaxis es perfecta. Teniendo en cuenta que se trata de tres lenguas romances cuya estructura sintáctica no tiene grandes diferencias, la niña no hizo pues ningún error sintáctico.

 code-mixing en los niños bilingües

Lo que vivo en una lengua, me cuesta más expresarlo en la otra

Además, al pronunciar esa frase se le notaba algo balbuciente, lo que es extremadamente raro para ella. Thelma se comunica muy bien y el hecho de criarse en tres lenguas no le ha supuesto nunca ningún freno (hasta ahora) ni en su propia adquisición lingüística ni en la comunicación con los demás.

¿Es normal que un niño bilingüe mezcle las lenguas?

Sí, es completamente normal. Eso no debe ser ningún motivo de preocupación (aunque confieso que a los padres no nos suele gustar porque no es lo que imaginamos en nuestro «ideal» de bilingüismo. Es «gracioso», eso sí). Un niño que se cría con un bilingüismo simultáneo precoz pasa por diferentes etapas de dicha adquisición.

Hay como un «juego de equilibrio» constante entre las diferentes lenguas. A veces, en función de las experiencias que vive, de su momento psicológico, del entorno en el que se encuentra, el niño encontrará más rápidamente las palabras en una lengua y no en la otra.

El code-mixing en los niños bilingües

A diferencia del paso voluntario (code-switching) al que un adulto bilingüe puede tener recurso cuando habla, ya sea porque piensa que tal o tal palabra se entenderá mejor en tal lengua (se supone que el interlocutor es también bilingüe) o porque la palabra le viene más rápidamente en tal lengua, un niño en fase de adquisición no es consciente de este movimiento de balanza entre una lengua y otra.

Es lo que se llama code-mixing. Efectivamente, nuestra Thelma con casi 4 años está aún en periodo de adquisición y a nivel cognitivo, ella no hace ningún «esfuerzo», es decir que el hecho de pasar de una lengua a otra no es voluntario. Y es justamente ese aspecto de «voluntad» lo que diferencia el code-mixing de los niños bilingües del code-switching de los adultos bilingües.

¡Críar a una niña trilingüe es realmente una aventura formidable!

Vivir en el extranjero

Vivir en el país del marido: el equilibrio familiar

Expatriación, vida en el extranjero, familias multiculturales… piezas de un puzzle llamado mundo.

La coyuntura socioeconómica hace que de cada vez más familias estén viviendo en un país que no es el suyo. Siempre, en estos casos, hace falta una gran dosis de adaptación, de tolerancia, de apertura a los cambios, de parejas que re-ajustar, de niños a adaptar, de sistemas para descubrir, de lenguas que aprender y un largo etcétera.

Vivir en el país del marido: el equilibrio familiar
En realidad, irse al extranjero significa reinventarse su propia vida (o casi)

Casi siempre, los blogs que leo, las webs que sigo, las empresas que se crean… hablan de la expatriación de la unidad familiar. Y justamente por esa razón, yo no suelo utilizar casi nunca la palabra «expatriación» cuando hablo de mi trayectoria. Pienso que es completamente distinto irse con la familia que irse a solas y, después de un tiempo, construir tu vida en un país que no es el tuyo.

En otras ocasiones ya hablé de algunos aspectos sobre vivir en el extranjero en el país del marido. Hablé de las diferencias culturales, de cuando descubres ciertas cosas completamente obvias para tu marido pero no para ti… pero me parece que nunca he hablado de un aspecto muy importante: la célula familiar.

Porque aunque haga quince años que vivo en este país y veinte que lo conozco, aunque esté enamorada de este país que ya es un poco mío y sobre todo el de mi hija, hay algo que nunca podré encontrar aquí: ¡mi familia! Hace poco tiempo vi en la tele un reportaje sobre Franceses que se habían ido fuera. Y salió una mujer explicando que había conseguido que sus padres (ya jubilados) se instalaran también con ellos en el extranjero porque según ella «uno nunca se siente en el extranjero si se trae a sus padres consigo». Y pensé que eran unas palabras preciosas y, ante todo, muy ciertas.

Vivir en el país del marido: el equilibrio familiar Vivir en el país del marido: el equilibrio familiar
La importancia de las raíces. ¡Solo un árbol bien arraigado será capaz de crecer mucho!

Tampoco es lo mismo vivir en el extranjero siendo «joven», estando «soltera» y en busca de «experiencias» que vivir en el extranjero estando casada y siendo mamá. Porque normalmente es en ese momento cuando llega el tema del equilibrio familiar. Y de vez en cuando, uno necesita respirar su propio oxígeno, ver a su familia, como una necesidad imperiosa, de esas de las que no puedes escapar. Porque… pues porque se necesita beber de los orígenes para tirar adelante, porque es necesario reanudar con los pequeños detalles de la vida diaria, porque son miradas que tenemos ganas de cruzar, porque… pues simplemente, porque somos un poco ellos y les necesitamos para ejercer mejor nuestro propio trabajo de transmisión a nuestros hijos.

Todo en la vida es cuestión de equilibrio. Todo. Es algo que suelo decir muy a menudo. Por eso aprendí, con el tiempo, que cada x meses necesito ese equilibrio. Necesito ver a mi familia para apreciar mejor la del otro. Necesito mis raíces para mejor entender las de los demás. Necesito mi lengua las veinticuatro horas del día para vivir mejor la suya. Necesito volver a mis orígenes para vivir mejor los suyos. Necesito mi ma(d)r(e) para ser mejor madre. Necesito mi sol y mi cielo para reírme mejor de las nubes.

En realidad, lo que necesito es ajustar la balanza. Sin ese equilibrio, siento que me pierdo, siento que todo va menos bien, siento que el rosa se viste de gris.