Inspiration

Dar palabras al amor

Se lo habían preguntado muchas veces pero nunca supo qué ni cómo contestar. Le daba vueltas día tras día y noche tras noche. Pero ese día en que por enésima vez, hace ya algunos meses de ello, la solicitaron para lo mismo supo que debía dar un sí por respuesta.Y lo dio. Pero las ideas no cuajaban.

Hasta que luego, en ese día primaveral con el cielo amaneciendo azul pareció todo más claro. Se puso detrás de su ordenador, alcanzó el cuadernito vintage que le acompañaba a todas partes y en el que iba escribiendo pequeñas frases, ideas, palabras, trozos de su vida… ese cuaderno que servía para anotar todo.

Quiso primero ordenar el texto. Mentalmente. Pero no supo. Se acordó entonces de por qué nunca sabía qué responder a esa pregunta. Esta vez tenía que hacerlo. Decidió dar rienda suelta a sus pensamientos, daba igual si el papel carecía de un orden lógico. Sabía que su amiga lo entendería.

Y por eso le dijo:

No me acuerdo ya del instante en que te vi por primera vez. Pero sí sé dónde, cómo y por qué. Pasaron los días y decidimos, después de un intercambio natural de números de teléfono, llamarnos y quedar con el fin de intercambiar primeras impresiones.  Confieso que también quedamos para animar un poco nuestros días tediosos que casi pasaban desapercibidos bajo aquella lluvia constante. Invitamos también a A. Y así pasamos nuestros fines de semana, momentos a tres que salpimentaban nuestro día a día. Nos reímos mucho. Pero también lloramos. Pasamos frío y alrededor de muchos « chocolats chauds », en un bar frente al océano embravecido nos contamos nuestras vidas. Amores y desamores. Ilusiones del futuro, un porvenir cercano y lejano. Ahí, en L. a medio camino entre el final de una adolescencia y el principio de una vida de adultos. Llorábamos a causa del frío, de los desamores, de esa nostalgia y añoranza que nadie más podía compartir con nosotras. Todo tan fácil y a la vez tan aséptico.

Y así fue como, entre olas feroces, hortensias y casas de piedra, nuestra estancia llegó a su fin. Nos teníamos que ir. Y nos marchamos. M. se fue al sur a buscar el calor familiar, A. también volvió a sus raíces como saltando de punta a punta y sin miedo a la lluvia, por lo que a mi se refiere, me decanté por un a-medio-camino, algo desconocido pero más cercano.

Y desde entonces, años después, mucho tiempo ha pasado pero tu sigues ahí. Nos hemos visto menos de lo que imaginamos. Y aquí me tienes, intentando decirte algo sin saber muy bien el qué. Si sé el qué pero no el cómo. Tantas palabras vividas, tantas palabras escuchadas. Y me alegra tanto que ahora inicies esa anhelada vida a dos que solo puedo desearte lo mejor. A ti, M., que siempre has llegado al final de esas cuestas a veces tan odiosas, que te has reído también tanto, que tanto has abrazado. Solo puedo desearte lo mejor y mandarte, desde esa tierra que nos dio la amistad, la mejor de mis enhorabuenas y decirte que ese porvenir tan esperado ya está aquí.

—–

Releyó el texto, rápidamente sobrevoló líneas y palabras. Siempre le quedaba una extraña sensación después de escribir ciertas cosas. Escribir la vida es difícil, tan difícil que, en ocasiones, es mejor no entreternerse largo tiempo en esas palabras que despiertan nuestra memoria.

Photo 075Photo 068Vannes1

Minorque

Prêts à partir

C’est une nouvelle semaine qui commence et qui s’annonce remplie de jolis moments et de souvenirs à plus jamais gravés dans notre mémoire. Le soleil, un ciel bleu, des bonbons, des oiseaux, les fleurs… toutes ces petites choses qui vont nous aider à égayer le lundi, le mardi, le mercredi et ainsi jusqu’au lundi prochain.

Une semaine remplie de belles choses à faire : barrer tout ce qui a déjà été fait (ou va l’être) sur la to do list ; s’imaginer sur le sable pour la première fois avec elle et ses petites mains et ses petits pieds ; sortir les bagages et se laisser prendre par la nostalgie ; faire un tas avec les vêtements à amener, un autre avec les choses à donner, ça vient et ça revient ; préparer un long trajet en voiture ; penser à ce moment d’apesanteur quand on met les pieds de l’autre côté de la frontière et se sentir tout près de chez soi mais pas encore ; sourire devant ses toutes nouvelles et premières chaussures ; se laisser emporter par le soleil de printemps ; rêver des olives que je vais grignoter sur une de ces terrasses si populaires ; ne pas oublier les lunettes de soleil ; travailler avec ce trop plein d’énergie que seulement la perspective de ce départ sait aussi bien m’offrir ; prier pour ne pas sentir les mauvais côtés de la traversée ; s’imaginer à l’entrée de ce joli port, le port naturel le plus grand en Méditerranée, à l’aube du jour.

Parce que quand tout cela sera fait et sera rêvé, je serai certainement sur mon île adorée, entourée de mes proches, à arpenter des chemins et des sentiers et à sentir et savourer l’air salé…

Barreres i CampBinibecaPosta de solVaixell

Traduction

Des maux sans traduction

Reflexiones de una traductora

Parfois, certains mots deviennent des maux quand on n’arrive pas à les traduire.

Souvent, ces mots devenus des maux restent pour longtemps sur la pointe de la langue.

Toujours, ces mots devenus des maux logés sur le bout de la langue, terminent par trouver une issue… et non pas une traduction !

Traduire des mots ça peut être facile, par contre, traduire des idées concrètes et des notions exactes s’avère plus compliqué. Même les langues les plus proches ont des notions mentales distinctes. C’est le rapport entre la langue et la pensée.

Parfois je n’ai plus les mots, parfois mon cerveau est entre trois systèmes de signes différents, les signifiés s’emmêlent avec les signifiants et il n’y a plus rien qui marche.

Parfois, je voudrais inventer mon propre langage.

Souvent, j’utilise mon propre langage en dépit des autres.

Toujours, j’arrive à parler, à lire, à écrire

Vivre dans une autre langue jusqu’au point de ne plus savoir laquelle est « l’autre », la première ? la deuxième ? la troisième ?

Traduire comme métier c’est un apprentissage, ce n’est pas parce que je connais et je parle une langue que je sais traduire… bien traduire.

Traduire comme vie n’est pas une vie. Il faut vivre sans traduire, on pense dans la langue, on parle dans la langue, on ne traduit pas la langue qu’on parle. Et si on se trompe, tant pis.

Je ne traduis pas ma vie puisque je vis ma vie !